Estos hombres de paja
Rubén Cortés
El cubanoamericano Mario Díaz-Balart, congresista republicano de Estados Unidos, y el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, son políticamente diferentes: Díaz-Balart es extremista de derechas y Ortega es reaccionario de izquierdas.
Pero en realidad son iguales porque se comportan de la misma manera, mostrándose en sus declaraciones públicas como políticos remendones y encapotados zorros de cancillería. Y porque, en política, los extremos se tocan.
Díaz-Balart ha declarado durante una entrevista de televisión en el pueblito de Naples, que los cubanos que no viven en Cuba y envían dinero a sus familiares son iguales a quienes colaboraron con el dictador Adolfo Hitler durante la Alemania del tercer Reich.
El primer indicio que revelan sus palabras es que en Florida cualquier comemierda puede ganar un puesto de representación popular.
Hay en la política estadounidense una especie de undécimo mandamiento que dicta que “nunca compares a nadie con Hitler, nunca llames a nadie nazi”. Sin embargo, este congresista parece no tener idea de que exista ese mandamiento, al lanzar ataques personales directos contra sus propios votantes.
Activistas cubanoamericanos de Florida, como Francisco Pepe Hernández, Marcelino Miyares, Carlos Saladrigas, Arturo López-Levy, Patrick Hidalgo, Gladisley Sánchez, Manny Hidalgo, Neli Santamarina, Mario Egozi y Rolando J. Behar rechazan tajantemente la caracterización fascista de quienes envían ayuda humanitaria a sus padres, hijos, familiares y amigos de la Isla.
En una carta pública, consideran que “si acaso, estas personas se acercan más a los hombres y mujeres generosos que en todo el mundo compartieron la enorme carga de ayudar a las fuerzas aliadas y prestaron ayuda humanitaria a los judíos perseguidos durante la Segunda Guerra Mundial”.
Lo curioso es que Díaz-Balart tiene familia en Cuba. Su padre, el senador republicano Lincoln Díaz-Balart, es hermano de Mirta, la madre de Fidelito, el primer hijo de Fidel Castro Ruz. Así que ha llamado nazi a su propia tía abuela, quien mantiene una estrecha relación con su hijo y con sus nietos.
De su lado, el presidente constitucional de Nicaragua ha declarado en una entrevista que “el pluripartidismo no es más que una manera de desintegrar a la nación, porque los partidos políticos propician la división de los pueblos”.
Sin embargo, Ortega pudo regresar al poder en su país gracias, justamente, al sistema democrático que siguió a la dictadura que él encabezó durante una década, tras haber tomado la presidencia por la vía de una revolución comunista.
Es el mismo Daniel Ortega a cuya hijastra, Zoilamérica Narváez, el sistema democrático le ha permitido revelar en un juicio crudos detalles sobre los supuestos abusos sexuales a los que la habría sometido el propio Ortega a lo largo de 19 años.
Zoilamérica, una socióloga de 35 años, afirma que Ortega “me violó cuando tenía 15 años, en mi cuarto, donde me arrojó sobre la alfombra, después de lo cual me manoseó y me penetró con movimientos bruscos que me hicieron sentir mucho dolor”.
Pues nada, que hombres como Díaz-Balart y Ortega siempre tienen oscuros trasfondos familiares: algo han hecho de adultos o algo les hicieron de niños.
Como escribió Jean Paul-Sartre en Las palabras:
“Todo hombre posee su lugar natural; ni el orgullo ni la valía fijan su altura: lo decide la infancia”.
Rubén Cortés
El cubanoamericano Mario Díaz-Balart, congresista republicano de Estados Unidos, y el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, son políticamente diferentes: Díaz-Balart es extremista de derechas y Ortega es reaccionario de izquierdas.
Pero en realidad son iguales porque se comportan de la misma manera, mostrándose en sus declaraciones públicas como políticos remendones y encapotados zorros de cancillería. Y porque, en política, los extremos se tocan.
Díaz-Balart ha declarado durante una entrevista de televisión en el pueblito de Naples, que los cubanos que no viven en Cuba y envían dinero a sus familiares son iguales a quienes colaboraron con el dictador Adolfo Hitler durante la Alemania del tercer Reich.
El primer indicio que revelan sus palabras es que en Florida cualquier comemierda puede ganar un puesto de representación popular.
Hay en la política estadounidense una especie de undécimo mandamiento que dicta que “nunca compares a nadie con Hitler, nunca llames a nadie nazi”. Sin embargo, este congresista parece no tener idea de que exista ese mandamiento, al lanzar ataques personales directos contra sus propios votantes.
Activistas cubanoamericanos de Florida, como Francisco Pepe Hernández, Marcelino Miyares, Carlos Saladrigas, Arturo López-Levy, Patrick Hidalgo, Gladisley Sánchez, Manny Hidalgo, Neli Santamarina, Mario Egozi y Rolando J. Behar rechazan tajantemente la caracterización fascista de quienes envían ayuda humanitaria a sus padres, hijos, familiares y amigos de la Isla.
En una carta pública, consideran que “si acaso, estas personas se acercan más a los hombres y mujeres generosos que en todo el mundo compartieron la enorme carga de ayudar a las fuerzas aliadas y prestaron ayuda humanitaria a los judíos perseguidos durante la Segunda Guerra Mundial”.
Lo curioso es que Díaz-Balart tiene familia en Cuba. Su padre, el senador republicano Lincoln Díaz-Balart, es hermano de Mirta, la madre de Fidelito, el primer hijo de Fidel Castro Ruz. Así que ha llamado nazi a su propia tía abuela, quien mantiene una estrecha relación con su hijo y con sus nietos.
De su lado, el presidente constitucional de Nicaragua ha declarado en una entrevista que “el pluripartidismo no es más que una manera de desintegrar a la nación, porque los partidos políticos propician la división de los pueblos”.
Sin embargo, Ortega pudo regresar al poder en su país gracias, justamente, al sistema democrático que siguió a la dictadura que él encabezó durante una década, tras haber tomado la presidencia por la vía de una revolución comunista.
Es el mismo Daniel Ortega a cuya hijastra, Zoilamérica Narváez, el sistema democrático le ha permitido revelar en un juicio crudos detalles sobre los supuestos abusos sexuales a los que la habría sometido el propio Ortega a lo largo de 19 años.
Zoilamérica, una socióloga de 35 años, afirma que Ortega “me violó cuando tenía 15 años, en mi cuarto, donde me arrojó sobre la alfombra, después de lo cual me manoseó y me penetró con movimientos bruscos que me hicieron sentir mucho dolor”.
Pues nada, que hombres como Díaz-Balart y Ortega siempre tienen oscuros trasfondos familiares: algo han hecho de adultos o algo les hicieron de niños.
Como escribió Jean Paul-Sartre en Las palabras:
“Todo hombre posee su lugar natural; ni el orgullo ni la valía fijan su altura: lo decide la infancia”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario